- 04 de febrero de 2019

Surge de un estudio global de una empresa de seguridad informática. Consejos de los especialistas para protegerlos de la sobreexposición, el acoso y el grooming.
Hace dos años, Mercedes dejó Buenos Aires y se mudó a Madrid
con Luca, un joven español que conoció durante sus vacaciones. A mediados de
2018, la pareja tuvo su primer hijo, al que llamaron "Lorenzo", en
honor a la sangre cuerva de su mamá.
En Buenos Aires, el bebé tiene muchos familiares que lo
aman, pero todavía no pudieron verlo en persona. Todos ellos siguen el
crecimiento del pequeño a través de las fotos y videos que los padres suben
diariamente a sus redes sociales.
Al igual que Lorenzo, muchos chicos de hasta seis meses ya
tienen fotos en Internet: 8 de cada 10, según una encuesta de la empresa de
seguridad informática AVG. Algunos de ellos -el 5 % de los menores de dos años-
también tienen un correo electrónico o un perfil propio en Facebook. Esto
también perjudica a nenes y nenas más crecidos.
Aunque la intención de fondo sea mostrar momentos tiernos o
divertidos, muchos adultos desconocen que otros usuarios ajenos a su círculo
más cercano pueden perseguir fines maliciosos. De hecho, un sondeo de la
compañía Kaspersky Lab indica que el 39% de los argentinos publica, por lo
menos una vez al mes, fotografías de niños de su familia en situaciones con
poca ropa (por ejemplo, en pañales, después de la ducha, en la pileta o playa,
etcétera).
El fenómeno de exponer información e imágenes de nuestras
criaturas está tan extendido, que ya tiene un nombre: sharenting. El término,
incorporado al diccionario Collins en 2016, surge de la combinación de las
palabras inglesas "share" (compartir) y "parenting"
(criar).
La era digital trastocó todas las costumbres. Incluso cómo
actuamos frente a nuestros hijos. Si antes sacábamos la cámara a rollo en
cumpleaños y fiestas, hoy los celulares convierten cada ocasión en motivo de
fotos, que terminan online.
Nora Schulman, directora ejecutiva del Comité Argentino de
Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de Derechos del Niño
(CASACIDN), sigue este problema de cerca. En su opinión, los peligros
potenciales de la sobreexposición en la web abarcan desde la dificultad para
socializar en persona y el ciberbullying, hasta la explotación sexual.
"Argentina es uno de los países con mayores situaciones de hostigamiento
entre compañeritos, algunos trágicos. Las redes mediatizan este acoso, amplían
su núcleo y lo llevan por fuera del ámbito escolar", explica la especialista.
La presencia de pederastas en las redes constituye otra de
sus preocupaciones. Schulman destaca el compromiso de distintas instituciones
nacionales e internacionales para combatir este flagelo, pero cree necesaria
una mayor respuesta desde el Estado, así como una actualización de la
legislación vigente, que contemple las realidades contemporáneas.
El titular de la ONG Grooming Argentina, Hernán Navarro,
está convencido de que el grooming o acoso virtual es la nueva modalidad de
abuso infantil. Según un relevamiento hecho por la organización, el 70% de los
mayores ignora este "lado B" de la Internet y las herramientas de
privacidad que tienen las plataformas. Esta situación contribuye a que los
niños no sepan cuándo son víctimas, ni cómo denunciar. Además, lleva a
naturalizar comportamientos indebidos, alimentando -como consecuencia
indeseada- la impunidad de los agresores.
"Hay adultos que establecen lazos emocionales o de
amistad con los chicos, muchas veces haciéndose pasar como uno de ellos. Es
importante proteger los datos. Se han dado casos de robo de identidad o de
secuestro de las imágenes, las cuales son usadas como material de pornografía
infantil", desarrolla Navarro.
El abogado hace hincapié en que "las redes son un
espejo de la sociedad" y advierte que la "reputación digital" es
fundamental. Por ese motivo, los padres no deberían exhibir a sus hijos sin su
consentimiento.
En el mismo sentido se pronuncia Yael Bendel, asesora
general del Ministerio Público Tutelar de la Ciudad: "Muchas veces, sin
sospecharlo, los grandes publican fotos o cuentan cosas privadas de los chicos
-como sus gustos o desempeño escolar-, que pueden afectar la intimidad de los
menores, un derecho consagrado por la Constitución nacional y por la Convención
sobre los Derechos del Niño. Los padres no pueden disponer de estos derechos,
sino que tienen que garantizarlos y cumplirlos".
Schulman, Navarro y Bendel hablan de la urgencia de
concientización, contención, amparo legal y un uso más responsable de las
redes. Pero, ¿qué dicen los especialistas en seguridad informática?
?El activista de software libre Rafael Bonifaz señala que,
mientras en el mundo físico es fácil definir la privacidad, en el entorno
digital se hace más complicado. Bonifaz cree que los jóvenes deben comprender
que "la privacidad es poder" y que no sirve controlar o prohibir,
sino explicar.
"Tenemos que elegir bien qué parte de nuestras vidas
compartimos y con quién. No es lo mismo lo que quiero que se entere mi mamá,
mis amigos o el público en general. A veces, por cinco minutos de satisfacción
exponemos todo, a través de plataformas que pueden usar la información de
formas impensables en el futuro", concluye.
A partir de su aprendizaje y vivencias personales, el
experto cerró sus cuentas en redes sociales -salvo Twitter- y opta por medios
alternativos a las grandes empresas de internet, que no dejen registros ni
huellas (como Tor, en vez de Google). No tener perfiles públicos, no compartir
fotos de otras personas o sus hijos, y evitar generar perfiles para menores de
edad son algunas de sus sugerencias.
Las estadísticas respaldan sus dichos. Según el estudio
citado de Kaspersky Lab, el 23% de los latinoamericanos se han arrepentido
después de una publicación vergonzosa, tomada en situaciones sociales, ya sea
propia o que involucra terceros.
Fuente Clarín
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