- 09 de octubre de 2019

Las declaraciones de Axel Kicillof, candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, sobre narcotráfico y pobreza no deberían sorprendernos. Es la reafirmación de que harán más de lo que hicieron durante su anterior gobierno.
Esconder detrás de la pobreza el flagelo que afecta a tantas
familias es de un cinismo pocas veces visto. Los pobres no son delincuentes por
el hecho de ser pobres. Ellos atraviesan una situación que es terrible y es,
ante todo, fundamental resolver. Este gobierno lo sabe y viene tomando medidas
para corregir todo lo necesario para bajar los índices de pobreza e indigencia.
Los delincuentes son delincuentes. Quienes venden drogas
delinquen y deben ser combatidos y castigados de acuerdo a las leyes vigentes.
No hay medias tintas en eso. No debe confundirse la necesidad de las personas
con los hechos delictivos. No podemos tolerar esa tergiversación para confundir
a la sociedad y sacar un mezquino rédito electoral. Igual, la gente sabe. No se
deja convencer con fuegos artificiales.
Los datos son contundentes. El crecimiento del tráfico y
consumo de drogas creció exponencialmente en los años de gobierno del
kirchnerismo. Según los datos del
Ministerio de Seguridad, hasta el año 2015, hubo una profundización del
problema y se comprobaron aumentos en todos los indicadores. Entre 2000 y 2010,
se duplicó el consumo de cocaína y marihuana. Según la ONU, hacia fines del
gobierno kirchnerista, Argentina llegó a ser el tercer proveedor mundial de
cocaína y la producción argentina comenzó a exportarse a todos los continentes. Podemos agregar que Argentina era la primera
importadora de efedrina (nosotros promovimos la ley de precursores químicos
incorporando a la misma, que no estaba). Efedrina, la misma que motivó el
sonado caso del Triple Crimen. De esto hablamos. De datos concretos.
Por el contrario, durante el gobierno del presidente
Mauricio Macri y con la acción de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich,
el combate al narcotráfico y sus mafias de todos los niveles se ha transformado
en una política de estado con avances y logros palpables. Y se buscó que sea un
tema federal, porque este tema ataca en todo el territorio y el rol de las
provincias y de las distintas fuerzas federales es fundamental para controlar y
actuar. Por caso, Jujuy es una de las puertas de acceso y allí se han
concentrado un sinfín de acciones y obras, así como operativos y decomisos.
Desde la puesta en marcha en la provincia de la Agencia Provincial de Delitos
Complejos (APDC), de cocaína se
incautaron 749 kg., de marihuana 285 kg., 136 plantas cannabis, 1134 semillas,
fueron arrestadas 2672 personas y
cerradas 91 bocas expendio.
En 3 años, en el país, se realizaron más de 60.000
procedimientos, se duplicó el número de detenidos (57.000 detenidos en
operativos desde el comienzo del gobierno de Cambiemos). Se incautaron más de
440.000 kilos de marihuana y en tres años se incautaron 26.000 kilos de
cocaína. Más datos. El real reflejo de una verdadera acción contra este
problema. Sin sarasa.
Kicillof le busca el costado de “dramatismo romántico” al
contextualizar, de manera errónea, el tema de las drogas dentro del problema de
la pobreza. Lo hace, en el mejor de los casos, para esconder su ignorancia
sobre la cuestión. Y en el peor, para no reflejar lo que vienen a hacer. Más de
lo que hicieron. Dejar que el consumo de estupefacientes y el narcotráfico se
desarrollen sin atacar a quienes hacen negocio con la salud de nuestra
población, particularmente de los pobres.
Insisto, no debería sorprendernos. Son “recuerdos del
futuro”. Ese futuro que no queremos. En octubre tenemos la opción. Pensemos en
nuestros chicos. Pensemos en nosotros. Pensemos en esa Argentina que queremos.
Por María Gabriela Burgos*
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